
Ni flores ni bombones. Tampoco había notas encima de la mesa que recordasen el amor que él juró una vez. Cada día las horas pasaban más lentas a su lado. Ya no sonaba la canción que una vez cantaron y bailaron hasta el amanecer, la mesa del restaurante que cada aniversario reservaban este año se quedó vacía y los camareros ya no sirvieron ese postre que compartían. Todo se acaba, tarde o temprano cada historia llega a su fin. La tristeza un día se apoderó de ella, ya no reía, a veces sólo sonreía por cortesía. Ya no pasearan por las ciudades que juraron visitar ni comprarán ese billete de avión o de tren con la vuelta abierta y con el destino a ninguna parte. El libro que escribieron se quedó a la mitad al igual la película que vieron por última vez 'Vacaciones en Roma', allí donde se conocieron, una tarde de primavera. Dos turistas que caminaban solos por la vida hasta que se cruzaron en esa cafetería, su cafetería, a la que prometieron volver pero que en realidad nunca más pisaran, al menos no juntos. Aquella tarde ella sabía que se acabó. No había marcha atrás. Su maleta estaba hecha, con su ropa, algunos CD's y los libros que estaba comprando cuando tomó la decisión. Lo tenía claro, no podía alargar más lo que sabía que iba a acabar. Y allí mismo lo decidió, pagó los libros y fue a comprar una maleta nueva y grande para recoger todo y no tener que volver más, no quería regresar a un lugar donde un día fue tan feliz. Quería conservar todos los buenos recuerdos que guardaba, las fotos se las dejó a él, era mejor así, sin imágenes, aquellas imágenes que le recordaban que una vez creyeron en su sueño y casi lo consiguieron. Pero el amor es así y el desamor es peor. No sabe si algún día se volverán a encontrar o simplemente volverá a encontrar a alguien con quien compartir su ilusión, su miedo, su fragilidad, sus recuerdos, es decir, su vida. Quizá ese momento está más cerca que lo que ella se imagina, de momento sólo le queda cruzar la puerta, ese umbral que una vez atravesó pensando que se quedaría toda la vida. El momento había llegado, contó hasta diez y salió por la puerta, tomó el ascensor y respiró profundo, tras de ella dejó muchos años de felicidad, un capítulo que era mejor terminar.
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