
"Vuela esta canción para ti Lucía, la más bella historia de amor que tuve y tendré". Esta es una frase de la canción 'Lucía' de Joan Manuel Serrat que se me vino a la cabeza cuando terminé el libro 'La función delta' de Rosa Montero. Quizás porque la protagonista de la historia lleve este nombre o quizás porque es una historia de amor. Puede ser que por las dos cosas.
Este libro salió a la venta en 1981 y la autora confesó por entonces que pasó "auténtico miedo" al escribirlo. A mí también se me quedó el cuerpo helado al terminarlo.
Lucía con casi 60 años y una enfermedad de las denominadas raras (el síndrome de Ménier) decide escribir su vida por capítulos y sitúa al lector cuando tenía 30 años y toda la vida por delante. Estaba en el momento clave de su vida, disfrutaba del amor, de la pasión y de su profesión. Durante su internamiento en un centro para tratar su enfermedad remite a sus recuerdos y aparecen Miguel, Hipólito y Ricardo, este último será el que le acompañe hasta el último capítulo del libro.
A través de las páginas del cuaderno que crea, Lucía nos transporta a los años 80, los años donde la mujer empezó a disfrutar de una libertad y empezó a disfrutar realmente de su vida y lo más importante: de su propio cuerpo.
Leí en una crítica del libro que podía ser uno de los peores o más aburridos de Montero, pero para mi gusto no es cierto. Personalmente creo que es de los mejores. Te sitúa en dos escenarios bien diferentes, con una mujer que se va desarrollando a lo largo de las más de trescientas páginas, que va creciendo y de la que se aprende.
El ritmo se intensifica según va avanzando la historia. Sus recuerdos y la enfermedad que vive hace que se convierta en una novela especial, existencialista y que te permita tener miedo y pensar en algo que sólo de cuando en cuando nos acordamos: la muerte. Además es la muerte como cotidiana, como algo que todos tenemos que pasar y que va pegado a la vida, a nuestra existencia.
La novela termina en el año 2010 con una Lucía debilitada por las circunstancias, debilitada quizá por sus recuerdos, por el querer una vida mejor que la que tuvo.
Narrada en primera persona permite disfrutar de una cercanía y empatía con el personaje aunque en ocasiones le tengamos que dar la razón a su amigo Ricardo.
Pocos libros me han dejado huella como este, la vida y la muerte tratadas con naturalidad pero también con el miedo en que un día todos dejaremos de ser para convertirnos solamente en un recuerdo de los que nos sobrevivirán. Un 9.5 sobre 10.
Este libro salió a la venta en 1981 y la autora confesó por entonces que pasó "auténtico miedo" al escribirlo. A mí también se me quedó el cuerpo helado al terminarlo.
Lucía con casi 60 años y una enfermedad de las denominadas raras (el síndrome de Ménier) decide escribir su vida por capítulos y sitúa al lector cuando tenía 30 años y toda la vida por delante. Estaba en el momento clave de su vida, disfrutaba del amor, de la pasión y de su profesión. Durante su internamiento en un centro para tratar su enfermedad remite a sus recuerdos y aparecen Miguel, Hipólito y Ricardo, este último será el que le acompañe hasta el último capítulo del libro.
A través de las páginas del cuaderno que crea, Lucía nos transporta a los años 80, los años donde la mujer empezó a disfrutar de una libertad y empezó a disfrutar realmente de su vida y lo más importante: de su propio cuerpo.
Leí en una crítica del libro que podía ser uno de los peores o más aburridos de Montero, pero para mi gusto no es cierto. Personalmente creo que es de los mejores. Te sitúa en dos escenarios bien diferentes, con una mujer que se va desarrollando a lo largo de las más de trescientas páginas, que va creciendo y de la que se aprende.
El ritmo se intensifica según va avanzando la historia. Sus recuerdos y la enfermedad que vive hace que se convierta en una novela especial, existencialista y que te permita tener miedo y pensar en algo que sólo de cuando en cuando nos acordamos: la muerte. Además es la muerte como cotidiana, como algo que todos tenemos que pasar y que va pegado a la vida, a nuestra existencia.
La novela termina en el año 2010 con una Lucía debilitada por las circunstancias, debilitada quizá por sus recuerdos, por el querer una vida mejor que la que tuvo.
Narrada en primera persona permite disfrutar de una cercanía y empatía con el personaje aunque en ocasiones le tengamos que dar la razón a su amigo Ricardo.
Pocos libros me han dejado huella como este, la vida y la muerte tratadas con naturalidad pero también con el miedo en que un día todos dejaremos de ser para convertirnos solamente en un recuerdo de los que nos sobrevivirán. Un 9.5 sobre 10.
Venga!! vaya que se me antoja leerle con lo que cuentas, eh. Ayer fui a buscar "Estampas Bostonianas (...)" y no lo encontré :( A ver si me voy por éste al final.
ResponderEliminarUn abrazo.
De la vida a la muerte, de lo existencial, lo transcendental, lo vital, desde los capítulos de la vida de una persona.
ResponderEliminarA través de lo particular del personaje conocemos lo general que le rodea.
Aceptaré esta historia antes o después, seguro.