Últimamente soy muy de pequeñas cosas:
tomar un vino, dar un paseo o disfrutar -medidas de seguridad mediante- en
librerías. Hace poco, en una de las primeras escapadas de esta nueva
normalidad, me traje a casa ‘Un amor cualquiera’, una novela de Jane Smiley
publicada en Sexto Piso (no me puede gustar más esta editorial).
Hace veinte años los Kinsella eran
felices: un buen matrimonio con cinco preciosos hijos. Un día, Rachel descubre
que su marido ha vendido la casa en la que vivían y se ha llevado a los niños
lejos. Claro que todo tiene su porqué. Pasados los años, durante un fin de
semana, tres de los hijos -Ellen y los gemelos Joe y Michael- se reúnen con su
madre en casa y descubren que tienen más en común de lo que pensaban.
‘Un amor cualquiera’ habla de familia, de
amor, de errores, de culpa, de oportunidades perdidas y de miedo, ese que
tenemos cuando sentimos perder todo lo que creíamos que teníamos asegurado. Lo
de las pequeñas cosas que mencionaba al comenzar la entrada, está relacionado
con esta historia, que también habla de pequeños detalles que pueden marcar una
diferencia abismal en el transcurso de la vida y de las relaciones.
Rachel hace del lector un confidente ideal
para contarle con tino y sin tapujos los episodios más decisivos de su vida,
incluso aquellos de los que se siente más avergonzada. A través de su relato
descubrimos al padre ausente y los motivos por los que puso miles de kilómetros
de distancia entre ella y sus hijos. Habla de los pequeños detalles y las anécdotas de cuando eran una familia feliz y después dejaron de serlo.
La falta de comunicación y la incapacidad para decir aquello que sienten es uno de los ejes centrales de esta historia, pero lo que más interesante me ha parecido es como la autora expone el papel que tiene la mujer dentro de la familia y su derecho a sentir y anteponer su propia vida y felicidad a la de sus hijos. Un debate importante en la sociedad actual, pero que siempre ha existido.